El tapón de corcho es un invento genial que ha permitido el comercio del vino en la botella, mejorando su calidad y permitiendo su buena evolución. Pero su flexibilidad para adaptarse al cuello de la botella, y su relativa estanqueidad, permitiendo una modera respiración al vino, tiene un serio inconveniente:
puede estar contaminado con un olor a moho desde su origen, en la corteza del alcornoque, y este olor desagradable lo trasmite al vino, impidiendo su disfrute. Los cálculos más actuales afirman que un 3% de los vinos están contaminados por el corcho, por lo que es un problema considerable, y las alternativas son los novedosos tapones sintéticos
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